jueves, 21 de febrero de 2013

Una puerta abierta


Leer Mateo 19:16-30

En la antigüedad los muros que rodeaban las ciudades eran de vital importancia, la historia está llena de relatos de guerras, conquistas y luchas en las que los muros de las ciudades jugaban un papel clave en la defensa y sostenimiento de alguna ciudad; en algunas, los muros eran tan altos y gruesos que no había una mejor palabra para describirlos que “impenetrables”… era un reto gigantesco para los ejércitos enemigos traspasar esas murallas y tomar la ciudad, y muchas veces sencillamente era imposible. Algo similar ocurre con nuestra salvación, los estándares de santidad de Dios son tan altos, que por nuestros méritos o intentos se nos haría imposible cruzar los muros de la vida eterna; en otras palabras, por mas intentos que el hombre natural haga para llegar al cielo, nunca lo logrará, ni las buenas acciones, ni la ausencia de crímenes, ni el ayudar al necesitado es suficiente para merecer la salvación.

En cierta ocasión Jesús les dijo a sus discípulos algo acerca de lo difícil que era para el hombre entrar al reino de Dios, y ellos al oír esto se turbaron; mira lo que dice la escritura: “Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían: en ese caso ¿Quién podrá salvarse?” Mateo 19:25…

Está claro entonces que el hombre por sí solo no es capaz de salvarse e ir al reino de Dios, asi como para los soldados es imposible atravesar los muros altos; pero quiero que pienses en que pasaría si alguien desde dentro de la ciudad amurallada abriera una puerta!... la grandeza de los muros ya no sería un obstáculo, el acceso que antes era imposible ahora no solo es posible sino sencillo; y es aquí donde Dios aparece dándonos esperanza y vida; cuando los discípulos preguntaron “¿Quién podrá salvarse?” Jesús les contestó: “para los hombres es imposible –aclaró Jesús, mirándolos fijamente- pero para Dios todo es posible.” Mateo 19:26 ALELUYA

Dios abrió la puerta de la salvación al enviar a su hijo Jesús a morir en la cruz, y lo que era imposible para los hombres, Jesús lo hizo posible; el cargo el peso de nuestros pecados, los clavó en la cruz, nos limpio de toda culpa y abrió la puerta para que todo aquel que desee entrar tenga vida eterna.

Así que la única oportunidad que tenemos de alcanzar salvación y la entrada al reino de Dios es a través de un arrepentimiento genuino de nuestros pecados, y el recibimiento de Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas; en otras palabras, es creer y comenzar a vivir una vida tomado de la mano de Jesús, haciendo su voluntad y dándole valor a lo que hizo por la humanidad.

Si aún no has tomado la decisión de seguir a Cristo, hoy es el día que Dios ha preparado para tu Salvación; y si ya lo has hecho te invito a que compartas con otros estas verdades y les ayudes a encontrar la puerta que lleva a la vida eterna. 

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