Normalmente los niños son muy activos; coloca a diez niños
que no se conocen en la misma habitación por 30 minutos y lo que conseguirás
son carreras de obstáculos, luchas de vaqueros, un campeonato de futbol y un juego
de quien salta más alto… y como siempre llegan momentos en que tal vez los
juegos y las carreras empiezan a exceder
los límites; cuando esto pasa, por lo general una voz que por un rato había
estado en silencio surge… con un tono firme y sin titubeos, es una voz que el
niño conoce y que apenas sus oídos la perciben todo su cuerpo se detiene por un
instante… ES LA VOZ DEL PADRE!!!... el niño sabe que debe prestar atención, es
El quien lo gobierna, es el quien lo
sostiene, es quien lo reprender cuando hace lo malo pero lo consiente cuando
hace lo bueno, es quien lo abraza cuando está enfermo, es quien lo ayuda con
sus tareas, es quien lo castiga cuando ha desobedecido, en resumidas cuentas es
su Padre, y sin entender por qué, al parecer las palabra del Padre producen un
impacto tal que su conducta cambia.
Algunos padres que están leyendo esto tal vez dirán: “eso no
ocurre con mis hijos, ni a mí me prestan atención”, y bueno es probable que sea
cierto… y es en este tipo de conducta donde me gustaría llamar tu atención,
pues podríamos, como hijos, estar cayendo en este mismo error, de estar
haciendo cosas que no están bien para Dios e ignorar las correcciones de
nuestro Padre.
Como creyentes en el
Señor, día a día se está librando una lucha dentro de nosotros por el dominio
de nuestro ser, es una lucha titánica entre el espíritu que Dios ha puesto en
nuestras vidas y la carne que aún muchas veces nos domina. El Apóstol Pablo
escribió acerca de esa lucha:
Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no
existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero
hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero
igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo
el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. He descubierto el
siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no
puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi
corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente.
Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy
un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y
la muerte? Romanos 7: 18-24 NTV
Al leer esto me pregunto: ¿Hay alguna esperanza?, ¿podemos
vivir vidas santas y rectas ante Dios?.. la respuesta es sí!!! Pablo siguió
diciendo: ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Romanos
7:25ª (NTV)… Si amigo lector, la respuesta está en el Padre, en su voz, en su corrección;
en la Biblia encontramos las palabras de nuestro Señor, y esas palabras son
capaces de cambiar tu conducta, de hacerte vencer sobre tu carnalidad y te hace
vivir de forma que el Padre se siente orgulloso. El problema es que a veces
como niños rebeldes no queremos prestar atención a la voz de Dios y mucho menos
obedecerle. Es tiempo de reconocer la soberanía de Dios en nuestras vidas y
convertirnos en hijos obedientes a las palabras del Padre; solo así,
viviremos bajo el favor de Dios.
Oración: Padre amado, no quiero ser rebelde a tus palabras,
quiero recibir tu corrección con humildad y aceptación, anhelo que cada área de
mi vida sea transformada para que te sientas orgulloso de mi. Sé que en la
Biblia está tu corrección y por eso hago ante ti un compromiso de escudriñarla
y vivirla. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario