Después de muchos años de
peregrinaje en el desierto y de luchas y dificultades extremas el pueblo de
Israel ya está a la entrada de la maravillosa tierra prometida que tanto
anhelaban; la promesa de Dios está por cumplirse, el sufrimiento esta por
acabarse, ya casi podían oler los frutos, ya casi podían sentir el aguan de los
manantiales, ya casi. El pueblo le propone a Moisés enviar espías para examinar
la tierra que iban a poseer y a Moisés le parece bien, así que, envía a doce
hombres que al cabo de 40 días traen noticias: “Este pueblo es mayor y más alto que nosotros,
las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los
hijos de Anac” Deuteronomio 1:28… y con estas palabras los corazones del
pueblo se llenan de desesperanza y al igual que en muchas oportunidades
anteriores empiezan a murmurar contra Moisés y contra el Señor.
Nota que este patrón por lo
general se repite a lo ancho y largo de nuestras naciones, cuando lo que
enfrentamos como personas no es tan fácil como esperábamos, nos desanimamos y
perdemos la esperanza de conseguirlo. Sin embargo, hay gente que a pesar de lo
duro de las circunstancias tienen una capacidad especial para no enfocar su
mirada en el problema sino en el Señor. En la historia de Israel, dos hombres
que formaban parte del grupo de espías no perdieron la esperanza, por el
contrario, al oír las murmuraciones de sus hermanos, les reclaman y les dicen:
“La tierra por donde pasamos para reconocerla, es
tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos
llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por
tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta
tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de
ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.” Números 14:7-9
Josué y Caleb no perdieron la esperanza, sino que
la pusieron en Dios, y esto les fue motivo de bendición. Más adelante Dios
emite juicio contra el pueblo y en el declara que ninguno de la generación que
anduvo por el desierto entraría a la tierra prometida sino solamente Josué,
Caleb y los niños que no tenían conocimiento de lo bueno y de lo malo; pero el
resto, es decir, aquellos que no esperaron en Dios, no se les permitió la
entrada a la tierra de gracia que Dios había preparado para ellos.
Esta historia nos habla directamente a nosotros
como pueblo de Dios, ante las situaciones difíciles ¿perdemos la esperanza o la
mantenemos como Josué y Caleb?... La biblia nos enseña que Dios premia a aquellos
que esperan en el con fe. Así que, sin importar la difícil situación que
atrevieses hoy, busca a Dios en oración, pon tu esperanza en él y sigue
adelante… Las puertas se abrirán.
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