Pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi
poder se perfecciona en la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien
alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. 2°
Corintios 12:9
Hay días en que sentimos que la fortaleza se nos
va, que somos incapaces de cumplir con la tarea impuesta o que las cargas de
esta vida opacan nuestra alegría; esto ocurre en esos momentos en los que por
circunstancias o simple infidelidad quitamos la mirada de Dios, y así, el
enfoque vuelve hacia nosotros, y allí nos vemos, carentes, imperfectos, débiles
y sin méritos para recibir las bendiciones de Dios. Ante esta situación el
cristiano tiene dos opciones:
*Insistir en no mirar a Dios: En muchas ocasiones
esta lejanía de Dios y de la búsqueda de su rostro es tan prolongada que que
literalmente el cristiano cae en un abismo espiritual lleno de orgullo, falsa
autosuficiencia, desanimo y vergüenza del cual es mas y mas difícil salir; la
carnalidad toma lugar y empieza una confrontación dentro del ser, haciendo que
de la mente y la boca salgan expresiones como: “no puedo volver, pues, ¿Qué van
a decir de mi?”, “la verdad es que no necesito de Dios o de la Iglesia”, “no
tengo ganas de ir”, y otras tantas frases fruto de un corazón alejado de Dios.
*Volver a mirar a Dios: Es la reacción que
deberíamos tener cada vez que nos alejamos de él. Cuando lo miramos a Él ya no
vemos nuestras imperfecciones, nuestras carencias o debilidades; miramos a
aquel que en su amor y poder nos puede tomar y hacer de nosotros algo especial,
miramos a aquel que en medio de nuestras debilidades crece y hace muestras de
su infinito poder, miramos a aquel que nos extiende la mano, nos saca del
abismo y nos cubre para darnos seguridad, bienestar y propósito. A su lado ya
no importa cuan débiles somos, porque su poder se perfecciona en nuestra
debilidad.
No pases mas tiempo en el abismo del orgullo y el
desanimo; vuelva a mirar a Dios y deja que el obre sobre ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario