Desde los inicios de la historia,
el hombre natural se ha hecho participe de un deseo colectivo… la riqueza… la búsqueda
de ella ha desatado las más sangrientas guerras, las más grandes enemistades y
aún las más poderosas frustraciones; el anhelo por tener tanto como para
satisfacer cada anhelo de los ojos es un deseo por el que aún los mas rectos
son seducidos. Pero quiero aclarar algo, no hay nada de malo con el dinero; lo
errado es amarlo, a tal punto que el afán por conseguirlo sea impedimento para
una correcta relación con Dios, así, como cuando ese amor por la riqueza te
lleva a participar de acciones abominables ante Dios. La escritura afirma que “la
raíz de todos los males es el amor al dinero” 1°Timoteo 6:10
Podría en esta reflexión definir
muchas dificultades que el amor al dinero puede causar en el hombre, sin
embargo, quiero concentrarme en un mal terrible asociado a este… “la confianza
en las riquezas”… esto es necedad, o como lo diría Salomón “un correr tras el
viento”… El Apostol Pablo escribe a su discípulo Timoteo que es falto de sabiduría
confiar en el dinero como fuente de estabilidad, porque de hecho las riquezas
son inestables… hoy están y mañana puede que no. Veamos la escritura:
17 Enséñales a los ricos de este mundo
que no sean orgullosos ni que confíen en su dinero, el cual es tan inestable.
Deberían depositar su confianza en Dios, quien nos da en abundancia todo lo que
necesitamos para que lo disfrutemos. 18 Diles que usen su dinero para
hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que
pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros. 19 De
esa manera, al hacer esto, acumularán su tesoro como un buen fundamento para el
futuro, a fin de poder experimentar lo que es la vida verdadera. 1°
Timoteo 6:17-19
Pablo nos muestra una fuente de
estabilidad real… Dios… y nos exhorta a reconocerlo como el “proveedor de lo
que necesitamos”, pero no solo eso, sino que también no hace entender que la búsqueda
de las riquezas de este mundo no aprovecharán en nada para nuestra vida eterna,
por eso, recomienda que si una riqueza debemos buscar, es la de ser “ricos en
buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar dispuestos a
compartir con otros”… los más ricos no son los que más tienen sino los que más
dan.
Cuando vivimos para el buen
proceder hacia el prójimo, convirtiéndonos en agentes de bendición para otros y
abundamos en buenas acciones, entonces, acumularemos riquezas para el futuro
glorioso que tendremos con Cristo en la eternidad. No tengas una visión
natural, pon tu mirada en una perspectiva espiritual donde la verdadera riqueza
es vivir conforme a la voluntad de Dios y servir a otros.
Tu puedes ser rico!!!
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