Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues,
como saben, seremos juzgados con más severidad. 2 Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es
una persona *perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.3 Cuando
ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos
controlar todo el animal. 4 Fíjense
también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por
fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. 5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero
hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan
pequeña chispa! 6 También
la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos,
contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno,[a] prende a su vez fuego a todo el
curso de la vida.7 El *ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de
fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; 8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de
veneno mortal.9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos
a las personas, creadas a imagen de Dios. 10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto
no debe ser así. 11 ¿Puede
acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?[b] 12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una
vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
Todo lo creado por Dios es por naturaleza bueno; sin embargo, el
hombre desde los días de la fundación del mundo a desvirtuado lo creado,
dañando la obra esplendida del Señor; y podemos afirmar que uno de los errores más
grandes que el ser humano a cometido a través de la historia es el “mal uso” de
la lengua, al punto en el que se ha vuelto catalizador de terribles batallas, disensiones,
pleitos y divisiones por el uso incorrecto de las palabras. La Biblia compara la lengua con un pequeño fuego que enciende
todo un bosque; sin embargo Dios nos declara abiertamente que sus hijos, esto
es, los que hemos creído y confesado con vidas transformadas que le amamos y
vivimos para él, no debemos usar nuestra boca para el mal.
¿Puede brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?...¿con
que frecuencia adoras a Dios un domingo en la Iglesia, o en un tiempo
devocional matutino, pero luego, durante el día no te cuesta criticar destructivamente
a algún compañero de trabajo, o decir algún chiste de doble sentido, o que tal
una burla que hace sentir mal a alguien, tal vez una pequeña mentira que
ayudara a sentir bien al que la escucha, quizás un sutil murmuración que hace
eco de un corazón lleno de rencor o envidia, o aquella mala palabra que aún es
incontrolable?…. me sumo a la campaña de Santiago…. “NO DEBE SER ASÍ”…. Como
Cristianos hemos sido llamados a honrar a Dios, y una manera directa de hacerlo
es haciendo un uso correcto de lo que el ha creado, y entre eso, la lengua…
Tal vez soy drástico en esto, pero, hay muchos que no pueden
hablar; ¿crees que Dios te dio esa capacidad para que broten de ti palabras
llenas de carnalidad? (mentira, ofensas, críticas destructivas, groserías,
griterías, promesas vacías, burlas, pleitos y más)… estoy seguro que no; Dios
nos ha dado la gracia de hablar para que de nuestra boca salgan dulces palabras
(alabanzas, bendiciones, críticas constructivas, aliento, paz, motivación,
exhortación en amor, promesas fieles y más)…. Acá te dejo algunas citas
bíblicas sobre este tema, ora, léelas, medítalas y aplícalas….
Eclesiastés
5:4-6
Salmo
15:1-3
Salmo
34:13
Salmo
35:28
Proverbios
12:19
Proverbios
20:19
1° Pedro
3:10
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