El calor de estos días puede
llegar a ser agobiante; el salir a las calles, o estar en un lugar con
muchas personas son tareas que literalmente
“nos hacen sudar”, sin hablar de aquellos días en las que al calor se
suman una interminable lista de tareas que no nos permiten detenernos. En
temporadas como estas una de las mayores satisfacciones y deleites es la de sentarnos frente al ventilador o a
la salida del aire acondicionado, tomar un vaso de té helado y tan solo descansar…
(Creo que algunos al leer esto suspiraron)… Realmente es delicioso encontrar
una fuente de frescura y sosiego en medio del ajetreo diario.
Esta ondas de calor son similares a los tiempos en los que,
por decirlo así, “estamos sudando en el espíritu”, son esos momentos en los que
las presiones, las cargas y el trabajo (aún en la Iglesia) nos tienen
extremadamente activos y sin detenernos para nada, ocasionando cansancio y
hasta un poco de desánimo. Al igual que las altas temperaturas de la temporada
debilitan nuestro cuerpo, las continuas batallas del alma y del activismo debilitan
nuestro espíritu, haciéndonos anhelar un espacio para la quietud y para recibir aire fresco.
La buena noticia es que esa fuente existe, y es “la palabra
de Dios”, mira lo que el Rey David expresó de ella:
Las enseñanzas del Señor son perfectas, reavivan
el alma.
Los decretos del Señor son confiables, hacen sabio al sencillo.
Los mandamientos del Señor son rectos, traen alegría al corazón.
Los mandatos del Señor son claros, dan buena percepción para vivir.
La reverencia al Señor es pura, permanece para siempre.
Las leyes del Señor son verdaderas, cada una de ellas es imparcial.
Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro.
Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal.
Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen.
Los decretos del Señor son confiables, hacen sabio al sencillo.
Los mandamientos del Señor son rectos, traen alegría al corazón.
Los mandatos del Señor son claros, dan buena percepción para vivir.
La reverencia al Señor es pura, permanece para siempre.
Las leyes del Señor son verdaderas, cada una de ellas es imparcial.
Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro.
Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal.
Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen.
Salmo 19:7-11 NTV
La Biblia es una fuente de
aire fresco para el creyente; ella trae vida, alegría, paz y esperanza;
así que, día a día disfruta de su bien, deléitate en sus palabras, renueva tus
fuerzas, reaviva tu alma, refréscate en las aguas de la presencia de Dios y
sigue adelante. Me despido con esta promesa de las escrituras:
“Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido
tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos.” Gálatas
6:9 NTV
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