Seguramente el título de esta
reflexión te hizo pensar que hablaría acerca de aquellos hombres y mujeres que
usan el evangelio como un negocio de estafas y acumulación de riquezas
personales, y aunque a la verdad la el mundo religioso actual está lleno de
estos, más bien quiero hablarte de un tipo de corrupción que se desarrolla de
una forma tan sutil, que casi pasa desapercibida ante nuestros ojos.
Por definición, corrupción se
refiere a la acción y efecto de
corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir,
dañar)… y es indudable que los conceptos de cristianismo y corrupción son por demás
incompatibles; los hijos de Dios debemos comprender que el hecho de ser
ciudadanos del reino de los cielos (Fil 3:20), no nos hace estar exentos de
vivir vidas sometidas a las leyes establecidas por las instituciones civiles de
este mundo; pues si vivimos al margen de la ley, la corrupción se hace parte de
nosotros. El Apóstol Pedro nos confronta al escribir:
13 Sométanse
por causa del Señor a toda autoridad humana, ya sea al rey como suprema
autoridad, 14 o a los gobernadores que él envía
para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien.
1°Pedro 2:13-14
Los cristianos (seguidores de
Cristo), debemos ser personas que se someten a las autoridades, leyes y
procesos establecidos como normativa aun cuando sintamos que dichas leyes y
procesos nos dificultan el vivir bien; quiero decir con esto que como Cristianos
no debemos:
Pagar para acelerar o saltar
pasos en un proceso para obtener un crédito
Conectar el cable del vecino para
tener más canales
Comernos la luz porque son las
3:00 a.m.
Falsificar documentos o colocar
datos falsos
Comprar artículos piratas
Llevarse a casa artículos del
trabajo porque allá no hacen falta
En fin, estas y otras cosas
parecidas CORROMPEN la ley, por lo que un verdadero Cristiano no debe practicarlas…
Algunos al leer esto dirán: “haciendo así es la única forma de vivir bien en
este tiempo”…. Más te recuerdo que la palabra dice: “buscad primeramente el
reino de Dios (gobierno de Dios) y su justicia (santidad), y todas estas cosas
os serán añadidas” (Mat. 6:33)
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