Hace algunos años leí un artículo
que explicaba la necesidad de leer instrucciones al momento de instalar o poner
a funcionar un artefacto; esto podría sonar tan lógico como que cuando hay sol
es de día, pero nos sorprendería conocer (y seguramente la mayoría de las veces
tambien es tu caso) con cuanta frecuencia al comprar un nuevo aparato, lo
instalamos y encendemos sin siquiera detenernos a mirar las normas de
seguridad, la configuración apropiada para tus necesidades o simplemente
“asegurarnos que ese tornillo va allí”. Bien, si este es el caso, te aseguro
que pronto surgirán problemas, el rendimiento no será el mismo, o simplemente
una mañana, el equipo no encenderá. ¿ya te ha pasado?
Esto se parece tanto a nuestra
vida cristiana, que pasar este tema por alto sería irresponsable. La Biblia
dice en Filipenses 4:9 “Lo que aprendiste, y recibiste, y oíste, y
viste en mí, esto haced, y el Dios de paz estará con ustedes”; nota que
al decir “esto haced “el Apóstol Pablo está dando una clara explicación
de la necesidad de seguir instrucciones; el mismo se había invertido para
enseñar las escrituras y la conducta que un hijo de Dios debe tener en el
transitar diario, en otras palabras, la Iglesia de Filipos, así como usted y
yo, había recibido el manual “teórico y practico” para vivir como le agrada a
Dios. Pero, ¿con cuanta frecuencia vemos las Biblia solo como un libro de
historias, de lindos consejos, o simplemente el libro que el predicador usa
para dar su clase, en lugar de apreciarlo como el manual de vida inspirado y
editado por el creador del Universo, y el único útil para conducirnos en éxito
y asegurar la acción de Dios sobre nuestro diario vivir?.
A lo largo de toda la historia
bíblica Dios se tomó el tiempo para dar instrucciones, y cuando los hombres las
seguían, el éxito era más que seguro, sino recuerda a Noé construyendo el Arca,
o Moisés conduciendo el pueblo, que tal Salomón construyendo el templo o el
propio Apóstol Pablo predicando a los gentiles, y que decir de Gedeón y sus
300. Es hora de recapacitar, de darle a la palabra su lugar en nuestras vidas y
empezar a seguir instrucciones.
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