En la epístola a los Gálatas el Apóstol
Pablo se presenta como defensor del sano evangelio de Cristo. En el primer capítulo
de la carta podemos notar sin dudas su molestia ante la actitud errada que las
Iglesias de Galacia habían adoptado al seguir las enseñanzas torcidas de
hombres que con astucia desviaban la doctrina enseñada previamente por el Apóstol,
siendo su principal asunto y objeto de defensa “la salvación por la fe en
Jesucristo y no por el cumplimiento de las obras de la ley”. Esta reacción del Apóstol
era por demás justificada, era una reacción en defensa de la obra redentora de
Cristo, por lo cual contrario al pensamiento de los Gálatas, expresa en el 2:21
lo siguiente: “No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera
mediante la ley, Cristo habría muerto en vano”. NVI. Fíjese que las Iglesias de
Galacia estaban asumiendo que el hacer algunas obras, o cumplir con algunas
costumbres era lo que los salvaría y les permitiría un crecimiento espiritual.
Si miramos con atención, un
estudio de contexto nos aclara que los Gálatas estaban asumiendo esta
importancia en las obras de la ley pues con esto agradaban al pueblo judío-cristiano;
sin embargo, Pablo estaba tratando de enseñar un principio que todo cristiano
debería adoptar al momento de decidir cómo conducirá su relación con Dios o más
ampliamente “su vida cristiana”; este principio es expresado con claridad en el
capítulo 1:10 al decir: “¿Qué busco con esto: ganarme la
aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo
buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo.”… que tremendas palabras y
que convicción de Cristo tan absoluta. Pablo entendía que el evangelio se trata
de Cristo, la salvación es por la obra de Cristo, y la vida se trata de agradar
a Cristo, así, el deseo de los Gálatas de agradar a los judíos asumiendo sus
costumbres y afirmando que a través de esto alcanzaban la justificación sin
dudas era un error.
De esta manera,
nosotros, cristianos del siglo XXI, debemos entender que nuestras vidas fueron
rescatadas por la acción redentora de Cristo sobre una cruz; y si usted y yo
hemos confesado ser siervos de Dios, entonces nuestra primordial intención debe
ser el agradarle a Él. Cuando lo hacemos él nos guiará a cumplir su voluntad en
todas las áreas, incluso en nuestras prácticas cristianas como la lectura de la
Biblia, la oración o el congregarnos. Es nuestra responsabilidad, el conocer lo
que agrada a Dios, para así identificar cuando una enseñanza no proceded de Él
y de esta manera rechazarla, pues, es necesario obedecerá Dios antes que a los
hombres. Hc 5:29.